La discusión en torno a las cárceles y su impacto en la sociedad ha sido un tema constante de reflexión y debate a lo largo de la historia. La arquitectura penitenciaria juega un rol esencial para definir el régimen y modelo de tratamiento criminologico que busca emplearse, a la vez determina la eficiencia y los resultados que puedan obtenerse para la reinserción social de los internos.
En este artículo, examinaremos cómo la arquitectura penitenciaria juega un papel esencial en la implementación en dos enfoques contrastantes en la gestión de prisiones: las cárceles dogmáticas y las cárceles pragmáticas.
La arquitectura penitenciaria es mucho más que un edificio de hormigón y cercos perimetrales. Define el ambiente en el que los reclusos cumplen sus penas y determina su experiencia de encarcelamiento.
Las cárceles dogmáticas, con un enfoque en el castigo y la represión, a menudo se reflejan en una arquitectura austera y opresiva en sus instalaciones. Celdas pequeñas, áreas comunes limitadas y un diseño que prioriza la seguridad por encima de la comodidad son características comunes de este enfoque.
Por otro lado, en las cárceles pragmáticas, la arquitectura se convierte en la herramienta clave para la rehabilitación. En estas instituciones se recrean entornos dinámicos que fomentan la educación, la capacitación laboral y la interacción social, lo que redunda en un impacto significativo para la reinserción de los reclusos en la sociedad.
En las cárceles dogmáticas, la rigidez en la arquitectura a menudo refuerza la idea de castigo y control. Las instalaciones son diseñadas para limitar la autonomía de los internos, con celdas aisladas y áreas de recreación mínimas. Este enfoque puede contribuir a un ambiente tenso y hostil que dificulta la rehabilitación.
En contraste, en las cárceles pragmáticas una arquitectura flexible genera un ambiente equilibrado entre la seguridad y los tratamientos para la reinserción social de los internos. Esto se refleja en diseños de espacios que incluyen áreas de recreación, culto, educación, talleres y otros espacios comunes donde los reclusos puedan desenvolverse y entrenarse para la vida en libertad. Estas cárceles buscan minimizar la sensación de encierro y promover una sensación de normalidad.
La elección entre cárceles dogmáticas y cárceles pragmáticas no solo se trata de ideología penitenciaria, sino también de cómo se manifiesta esa ideología en la arquitectura.
Considerar estos aspectos resulta esencial para abordar el desafío de la gestión penitenciaria de manera efectiva y humana en la sociedad del siglo XXI.
El autor de la nota Rodrigo FRANK es Arquitecto (UBA). Diplomado en el curso universitario de Planificación, Diseño y Gestión de espacios penitenciarios (UAI), y especialista en infraestructuras para la prevención de delito. www.FRANK.com.ar